Veo rojo por todos los lados, me persigue San Valentín, con los anuncios de perfume, con los artículos de “regalos para él y para ella” en los dominicales, con los menús para dos y las cenas románticas y ay… que me perdone el santo, pero me pilla con las defensas bajas y con ganas de llevarle un poco la contraria -es lo que tiene haber empezado el año con el pie izquierdo, que ahora nada me cuadra-
Que digo yo que si Valentín fuera como tiene que ser me traería una semanita de vacaciones de la vida, que no hace falta que me mande a una isla desierta no, no, que eso me da hasta pereza, me conformaría con un hotelito apañao, con música de fondo y un saloncito para tomar un café, libro en mano con la sensación de no tener nada que hacer el resto de la tarde…
Pero me da que a San Valentín lo que le gusta es la farándula, las páginas de papel cuché, las cajas de regalo con un lazo enorme, las frases de amor eterno y algo pasteloso y los corazones, ¡cuarto y mitad de corazones por todas partes! y que nos demostremos el love a golpe de talonario, (claro que no se si ha pensado en los que somos “difíciles de regalar” si, esos que cuando el amor de tu vida llega con un anillo piensan ¡ay vaya, pero si yo lo que necesitaba era un reloj! y cuando aparece con un vale para un fin de semana en la montaña están con ansia viva de unos días en la playa y ponen cara de fastidio) y, lo que no imagina el señor de rojo es que lo que se prometía como un día de vino y rosas puede convertirse en un se avecina tormenta y de las buenas.
Bueno, voy a obviar el tema de los regalos y a pensar que de esos “raritos inconformistas” hay pocos y voy a pasar a lo importante: que quería yo llevarle la contraria al santo y contarle que hoy lo que nos hace falta para demostrarnos el amor no son tantos regalos sino pararnos un poquito (eso de hacer una cosa cada vez y centrarnos que sí, que te suena porque ya lo habíamos hablado) y mirar al que tenemos enfrente que, cada día más, entre las mil y una ocupaciones que nos buscamos y las santas pantallas que nos acompañan a todas partes -sí, ¡he dicho a todas!- se nos olvida que está ahí.
Señores, señoras, vengo a descubrir lo nunca imaginado: querer es más fácil de lo que parece y pasa por mirar y por hablar, porque muchas veces damos por supuesto que el otro (sea del sexo que sea of course) está viendo lo que pasa en esa cabeza nuestra que, dicho sea de paso, es todo menos sencilla). Y, no, en general y salvo muy honrosas excepciones, las personas no tenemos el arte de la adivinación, y si queremos que el otro sepa que nos pasa no basta con hacerse el/la interesante, o mirar al infinito o responder con monosílabos, hay que explicarlo -y bien clarito a ser posible- y así nos ahorramos disgustillos y malentendidos que no ayudan nada.
Y ya, después de mirar y de hablar estaría bien que entendiéramos que nos queremos por lo que somos y que no, que nuestra misión no es cambiar a la otra persona sino decidir si tal y como es cumple con nuestras expectativas,
con las características que nos gustaría encontrar en nuestro compañero de vida.
Ojalá tengáis tiempo para mirar, para hablar y para lo que se tercie y que febrero sea mes de mucho amor, pero, sobre todo, el mes de aprender a querernos mejor.
Ana & Co
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1 Comentario
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Completamente de acuerdo…. Este año yo no he pensado en regalos…. Casualmente cae en viernes y como cada viernes buscamos un ratito para los dos solos… para hablar, nuestras cervecitas, algo de picar y le damos la bienvenida al finde…. Y este año es especial, estar es el mayor de los regalos, siempre felices viernes!!!
Por cierto…. No hay foto más apropiada😍, me encanta!!!!